Yo
Mi nombre es Lisandro Przewolka, según el DNI nací en Morón, Haedo, por lo que debería ser hincha del "Gallito" pero creo que el único Gallito que conozco es el de "Ferretería Gallito", ya que no tengo ningún recuerdo de esa ciudad del Gran Buenos Aires. Viví siempre en Urdampilleta, al menos hasta los 18 años.
Fui al Jardín de Urdampilleta, donde entablé una relación de amistad más fuerte con algunos de los cuales aún hoy son amigos. Luego hice la escuela en la Número 22, de doble escolaridad, donde mi madre, Ilda Vicente, era maestra. Por una razón difícil de explicar hice Séptimo Grado en una escuela de campo de Daireaux...
Recuerdo como si fuera ayer a mi padre preguntándome si quería ir con él a la escuela (daba clases en La Irenita, Daireaux), y yo le dije que sí, de forma incrédula, pensando que sería una semana... Me cambiaron de colegio y no dije nada. Aún no puedo explicarme por qué no tuve la rebeldía de decir que no era eso lo que quería, alejarme de mis amigos, mis compañeros, no había razón...
Afortunadamente, un año después me reencontré con varios de ellos, en el primer año del IESU. Volví a conocer a amigos de los que me había separado y forjé otras amistades también, algunas por el Fútbol (jugaba en las inferiores de Atlético Urdampilleta), otras por el Voley, aunque la gran mayoría era por compartir el secundario.
Desde los 13 años trabajé, cada verano, en las colmenas, primero armando materiales y luego yendo al campo a cosechar. Con eso tenía mi propio dinero y lo gastaba sin consideración alguna.
A los 14 años leí el primer libro (antes sólo eran historietas de Patoruzu, Isidoro, Dartagnan, Nippur, etc.), se lamaba "La Bruja del Mar", de Mc Clean; y más tarde, supongo que era la única forma de engancharme en la lectura, leí "Primera Sangre", la historia de Rambo que inspiró la trilogía filmada por Silvester Stallone, que era un gran éxito por esa época.
Mi rebelde adolescencia dejó marcas difíciles de borrar, pero seguí adelante.
A los 18 años me fui a vivir a La Plata, sin más proyectos que extender la descomprometida vida que llevaba. Trabajé de ayudante de cocina en una pizzería, de ayudante de ascensorista (construíamos ascensores desde los rieles hasta la parte eléctrica), aún me pregunto cómo me arriesgaba a estar colgado de un piso 16 sin un sólo arnés; y sobre el final del primer año, de pintor en los muros de Prefectura Naval en Ensenada, trabaje que no cobré, aunque es una historia para contar en "La Plata era una fiesta", una idea de libro que tengo, emulando la gran creación de Hemingway ("París era una fiesta").
Mi primer gran fracaso llegó cuando me inscribí en el ISER, para ser locutor. En ese tiempo había hecho de orador un par de veces y me dejé llevar por ciertos comentarios que me decían lo que debía ser porque tenía talento para ello. El examen de ingreso constaba de 2 partes, la primera: un examen de cultura general, y la segunda: una exposición con cámara frente a un micrófono en el que debía leer un texto; la primera la pase bien, y la segunda, nunca me pusieron calificación, pero no estaba entre los 30 privilegiados, y éramos más de 100 inscriptos.
Como en ese tiempo creía que la radio era lo mío, me anoté en periodismo, sin tener idea donde me metía... No era una tecnicatura, sino que la Licenciatura en Comunicación Social con Orientación en Periodismo. Lo más gracioso de esta experiencia es que, mientras estás en la Facultad constantemente te hacen creer que estás en la mejor Universidad del Mundo, que todos los demás son cuadrados y nosotros somos privilegiados, etc. Y cuando terminás la carrera descubrís que perdiste 6 años de tu vida para tener un futuro laboral incierto, un curso de técnico (de casi cualquier oficio) de 4 meses no sólo tiene salida laboral más rápida, sino que es mucho más rentable económicamente...
De todas formas, no me arrepiento de mucho de lo que aprendí. Amplié mis conocimientos en cultura general, forjé una mejor escritura y abrí mi cabeza hacia diferentes autores. Conocí a colegas que compartían mi pasión y armamos una pequeña revista llamada "Patente en Trámite", en la que exponíamos nuestros escritos. Era algo muy precario, por los costos de impresión, pero tuvo buena aceptación en la Facultad y mis textos eran reconocidos, cosa que me sirvió para levantar mi autoestima e impulsarme a sentir que podía escribir.
En el 2006 me anoté en un concurso literario del Rotary Club de Venado Tuerto y salí finalista. Fue mi primera gran experiencia, porque en la entrega de premios era un niño comparándome con los otros escritores, que no bajaban de los 50 años, con una gran experiencia y mucho tiempo practicando el arte. Ese mismo año me anoté en un Taller de Literatura en La Plata, pero al final del curso descubrí que no me sumó en nada; ya que ese mismo año cursé Gráfica III con Martín Malharro, al que considero mi gran influencia, porque conocí autores y un tipo de escritura que nunca hubiera imaginado. 2 frases que él dijo me quedaron grabadas: la primera es, refutando la frase "Una imagen vale más que mil palabras", dijo que "Hay palabras que no se pueden explicar ni con mil imágenes", porque eso resume la magia de la escritura.; y la segunda es "Al lector hay que apuntarle a la cabeza, no al corazón".
En el 2009, ya había terminado la Facultad y trabajaba en una empresa constructora, aunque ganaba buen dinero no tenía nada que ver con mi profesión, así que para no perder el hilo de lo que realmente me gustaba, junté varios textos y armé un libro de cuentos y crónicas que lleva el título del cuento que saliera finalista en Santa Fé: "A la espera del Sueño", busqué una editorial por Internet y lo mandé a imprimir. La Biblioteca de mi pueblo, a la que estoy eternamente agradecido, me cedió su espacio para la presentación, sin conocer si lo que yo había hecho era aceptable o una porquería...
El cuento era algo fácil de hacer, pero a mí siempre me gustó la novela, y es lo que elijo a la hora de comprarme un libro. Eso, sumado a la cantidad de policiales que había consumido, me llevaron a intentar escribir mi primer novela. Así, en el 2011, publiqué "Opción B", una novela corta de género policial. Esta vez la presentación fue en La Municipalidad de Bolívar, la primera, y en la Delegación de Urdampilleta, la segunda, que sorprendió porque tuvo una gran convocatoria.
Sentía que tenía que compartir mis experiencias con alguien y algo dentro de mí, en un momento de insertidumbre profesional, vio reflotar el amor por la docencia, que supongo me inculcó mi madre. Me anoté en un Profesorado en Docencia Superior, una extensión de la Universidad Tecnológica Nacional en la ciudad de Henderson. Una carrera de dos años que servirían de complemento a mi carrera de base.
Ese mismo año, casi sin querer ni preparar nada, ya que presenté un cuento que tenía olvidado, gané el tercer premio del Concurso de Cuentos Aniversario Bolívar, con el cuento "Llantos en la noche".
En 2013, ya con el título del profesorado, intenté enseñar literatura en una suplencia que nadie cubría en educación media; pero alguien consideró que yo no estaba preparado para enseñar literatura, ya que eso era reservado sólo para profesores de literatura. Así es que sumé otra cachetada en mi vida; porque estaba convencido de que podía hacer eso y me dijeron "no".
Después de un tiempo en el que me alejé de la escritura y lectura, sentí que debía volver, para no perder práctica, de alguna manera, y me propuse hacer un semanario. Aunque sentía que no podía hacerlo solo, así es que fui a ver a Santiago, con quien ya había hecho radio. Resultó que él tenía una idea similar, juntamos ideas y le dimos forma a "De Acá", un semanario que largó en marzo de 2013, el mismo mes que esperaba el nacimiento de Mirko, mi hijo. Dos muy buenas excusas para comenzar una nueva etapa de mi vida...
Meses después, entre junio y julio, comencé a dirigir un taller de literatura en la Biblioteca Sarmiento de Urdampilleta. Una tarea que hago de manera gratuita y disfruto mucho. Las personas que acuden al taller me muestran día a día que siempre hay talentos ocultos, sólo hay que pulirlos y animarse a mostrar lo que uno hace sin temor a la crítica.