Una buena excusa

20.08.2013 22:32

“Todo está vivo a pesar del dolor si me sonreís…”

Amapola del ´66 (Divididos)

Yo no sabía lo que significaba la palabra meconio. Mi vida transitaba en el descontento cotidiano de la previsibilidad del trabajo, el amor que después de más de 8 años va palideciendo el fuego inicial y la distracción necesaria de practicar algún deporte para liberar energías y descargar tensiones. Hasta que llegó él…

Hacía mucho tiempo que no festejaba el día del niño, y a decir verdad, no recuerdo cuando fue la última vez. Lo que sí sé, es que por varios años voy a tener un motivo personal del que alegrarme en esta fecha particular.

Alguna vez me dijeron “ser padre te cambia la vida”, y me pareció, como tantas, otra frase esquiva carente de profundidad y compromiso. Ahora sé que es porque no sabían cómo explicar que la felicidad en el otro, que uno siente como el resultado de una creación propia, genera un contagio inmediato, abstrayéndote de la realidad del contexto.

Nada se compara con ver la comisura de sus labios extenderse buscando las orejas, esa risa que no conoce de compromisos ni simulaciones. La espontaneidad de una inocencia a la que le importa muy poco los protocolos, no necesita fingir que algo le gusta. Su vida, al igual que la de los adultos, conoce de alegrías y tristezas que transmiten en risas y llantos.

Lejos está de importarle el sistema capitalista, el valor del dinero, del trabajo, de los lujos, la desocupación, la inflación, la política y lo que piensa el otro; su felicidad se alcanza con tan poco que a veces asombra que no seamos felices todo el tiempo. Sus primeros desencantos se dan de lo que nosotros pretendemos de ellos y no de lo que ellos pretenden de ellos mismos.

¿Cómo explicarle cuando deje de ser un niño, se convierta en adolescente y más tarde en hombre, todas esas sensaciones que supo producir? Las alegrías, tristezas, y esa necesidad imperiosa de hacerte sentir importante todo el tiempo.

¿Cómo explicar la sensación de llegar a casa después de un mal día y que esa pequeña persona, con una sola sonrisa, haga que todo lo demás no importe? ¿Qué tan egoístas habíamos sido hasta ahora?

Un regalo el tercer domingo de agosto no puede pagar todos esos momentos, tan solo son una mala excusa que intenta justificar lo que no podemos explicar con palabras.

Nunca pensé que podría a llegar a escribir sobre los niños, pero la vida nunca deja de sorprendernos. Nos da constantemente excusas para seguir hacia adelante, hoy la mía se llama Mirko…

“Después de tanto andar, caí en mí. Un universo esperándome, no hay fantasmas ni desesperación, ahora sé que estás ahí.”

Lisandro Przewolka