Mariel Gallárreta hace casi diez años que está viviendo en La Plata, desde que dejó Pirovano para Profesionalizarse en la Capital de la Provincia, y en este tiempo jamás imaginó que sucedería algo semejante.
Cuando comenzó la lluvia creyó que era una más, estaba en su departamento y planeaba salir, sin embargo el constante caer de agua la detuvo, no recordaba temporales así. La luz se cortó, las canaletas comenzaron a rebalsar y del techo caían goteras, sin poder ver televisión, estuvo toda la tarde pendiente de los orificios del techo donde se filtraba agua.
Comenzó a enterarse de lo que sucedía en el exterior cuando aún tenía señal de teléfono, porque amigos y familiares la llamaban comentándole lo que veían por televisión y preocupados por ella.
Tuvo la suerte de no sufrir daños materiales ni físicos, pero sin duda lo que más extrañó en esta semana inolvidable, fue la tranquilidad de Pirovano, sus calles, su familia y los vecinos que seguramente estarían dispuestos a ayudar a quien lo necesite.
La luz en su casa no volvió hasta el fin de semana, pasó esos días encerrándose en su casa temprano por miedo a los saqueos, la ciudad estaba convertida en un caos y muchos delincuentes estaban aprovechándose de eso.
Franco Quintero es de Udampilleta y también estudia en la ciudad, vive en un quinto piso, él sólo sufrió no tener ni luz ni agua, pero afortunadamente la lluvia no llegó a su departamento, lo más próximo fue la escalera del edificio, donde el agua corría como una catarata. La lluvia caía tan intensamente que a 30 metros no se podía divisar una silueta, quedó encerrado en el edificio hasta el otro día a la tarde, cuando pudo ver la situación real de lo que había pasado.
Marilina Peralta también es de Urdampilleta y vivió algo parecido a lo que le ocurrió a Franco. Por tener su departamento en un sexto piso, la lluvia no pudo afectarla más que con el corte de luz y agua. Pudo salir al otro día y ver en que se habían convertido las calles de la ciudad, sin duda un panorama tristísimo, como ella misma lo definió.
Daiana Aribe vivió desde su departamento, sola, sin luz, sin agua, sin gas. Sin poder comprender lo que sucedía, pero agradeciendo no sufrir ninguna consecuencia mayor, más que el miedo de la soledad en la tormenta.
Vito Gallárreta es pirovanense, estudió medicina en la UNLP y actualmente trabaja en el Hospital San Roque de Gonnet, afortunadamente tampoco tuvo ningún problema serio, como tantos, creyó que era una lluvia más, sólo que no paraba y se cortó la luz.
Al otro día salió hacia su trabajo, la ciudad parecía fantasma, los semáforos apagados, sin luces en las calles, hojas, barro, autos arrastrados hacia cualquier lugar y desesperación en la gente. Aunque se dio cuenta que no había visto aun lo peor cuando llegó a la zona de Tolosa (que queda camino al Hospital de Gonnet). Ahí sí se veía la catástrofe en su cara más horrenda, vehículos alrevés, gente sacando cosas de sus casas, más de un metro tenían las marcas de humedad en las paredes de los edificios.
No pudo llegar hasta el Hospital y tuvo que volver y esperar. Al mediodía le avisaron que habían liberado el ingreso por la calle 25, así es que logró llegar hasta su trabajo. Donde todo estaba un poco organizado a pesar de que el laboratorio se había inundado. Se encontró con bastante trabajo, muchos ancianos habían sido evacuados desde un asilo y al lugar habían llevado varios cadáveres a la espera de que un familiar llegara a reconocerlos.
Indignación es lo que sintió Vito ante la situación, pero la forma de ayudar era desde su trabajo, por lo tanto siguió mirando hacia el frente, esperando la hora de guardia para seguir asistiendo a quienes lo necesitaran.
Federico Przewolka se fue a vivir a La Plata en el año 1999, y desde hace 14 años trabaja para mantenerse y poder darse algún pequeño lujo de vez en cuando, como comprar una entrada para ver a Divididos que tocaría el 27 de abril de 2013.
El día martes, cerca de las 21 horas regresó de su trabajo al departamento que alquila en la calle 64; se trata de un edificio de 3 casas internas en planta baja, la primera que se encuentra en el pasillo es la del urdampilletense, tiene una pequeña entrada con un ingreso a la derecha que da a la pequeña cocina y hacia adelante hay un living comedor que está en una especie de subsuelo 40 centímetros hacia abajo, ahí, junto al muchacho de Alberti que vive, tienen un lcd de 32”, un dvd, dos computadoras de las cuales una aún pagan en cuotas, una máquina de estampar remeras con su impresora especial (un emprendimiento que comenzaron hace un par de años), una impresora hp, dos mesas, 6 sillas y un sillón, además de libros, trabajos de la facultad, diseños, obras de arte propias, etc. Cuando abrió la puerta del pasillo del edificio imaginó lo que vendría, el agua corría por encima de sus tobillos y la casa era oscuridad, algo arrastrado por el agua golpeó sus tobillos y no supo que era, la visión en el lugar era imposible. Cerró y caminó dos cuadras hasta la casa de Jimena para que le prestara una linterna, en el camino vio autos subidos uno encima de otro, como si un huracán hubiera pasado por ahí. Sirenas que sonaban, caos, oscuridad y medio cuerpo que asomaba por debajo de un vehículo dado vuelta, poco se podía hacer por alguien que ya había perdido la vida, la lluvia seguía cayendo y las calles eran un canal, que al menor descuido podía ganarse otra víctima más.
Regresaron al departamento con una pequeña linterna, se zambulleron en el living e intentaron sacar algunas cosas. El agua les llegaba a la cintura, comenzaron a alumbrar y vieron flotar el televisor y la guitarra a un costado de ellos, luego se dieron cuenta que todo corría la misma suerte. Dos computadoras con trabajos, diseños, archivos importantes, metían más de medio cuerpo bajo el agua tratando de salvar documentos importantes pero era en vano, sacaron las cosas más grandes inutilizadas por el paso devastador del agua. Buscaron dni, dinero, dibujos y libros pero todo era en vano, lo que se rescataba no servía y lo otro no se encontraba. Más de 3 horas bajo el agua sufriendo en la oscuridad por encontrar algo que valga la pena, “perdí hasta la entrada de Divididos” pensó Federico…
Estos son apenas algunos testimonios de lo que pudimos rescatar, sabemos que hay muchas historias más de gente “De Acá” que está allá y vivió como pudo esta terrible situación. Cada anécdota es una sensación, aunque podemos agradecer que hoy sean anécdotas y no tengamos que informar que de los más de 50 muertos hay alguno de Urdampilleta o Pirovano.
Lamentablemente en las grandes ciudades siempre hay gente que aprovecha las tragedias para sacar ventajas, como los delincuentes que toman la ciudad como si todo lo que arrasó el agua fuera parte de un botín para el más rápido en alcanzarlo. Casi todos los comercios cerrados, y los que lograron salvarlo, aprovechándose de la situación, cobrando $60 un paquete de 4 velas en una ciudad a oscuras, y no quiero imaginar lo que valdría el agua mineral o un paquete de fideos para esos comerciantes.
La Plata en 24 horas se cubrió de agua, mugre, muebles en la calle, autos destrozados, vidas perdidas e imágenes que difícilmente se vayan de las retinas de quienes presenciaron en directo el paso avasallador de la naturaleza, quienes vivimos ahí y hoy estamos lejos tenemos una sensación extraña, porque el recuerdo de la ciudad es muy diferente a lo que nos describen o vemos en la televisión y es difícil hacer mucho desde acá, además de las grandes y rápidas acciones que tuvieron las instituciones y personas que organizaron las colectas para enviar a los damnificados.
Seguramente ninguno de nuestros hijos de estos pueblos olvidará jamás ver la ciudad como se la vio esta semana. Sólo nos queda esperar una inversión seria en infraestructura y no promesas; por si la naturaleza, una vez más, quiere atentar contra quien la destruye día a día.